La primera polémica del 2024 rozó al hasta ahora infunable Felipe Avello, y plantea nuevamente el dilema acerca de los “límites del humor”
Críticas QLS inició todo. El canal de César “Cesarito” Huispe, uno de los más longevos de YouTube chilenos, inició el 2024 con “Giro Transversal”, un reportaje/documental de más que aceptable factura en el cual se cuenta la historia de Luis Pinto, un personaje freak de la farándula chilena que participó en el programa “Cara y Sello” de Mega en el 2006, que posteriormente trabajó con el comediante Felipe Avello y que actualmente lucha contra un cáncer. Notable que un youtuber sea capaz de generar un producto audiovisual de calidad comparable a la cualquier productora profesional.
Consumo irónico “de manual”. El caso de Luis Pinto recuerda la carrera musical del actual alcalde de Conchalí René De La Vega. Un personaje cuya autoestima y obsesión por la fama superaron con creces su contextura física corriente y escasos atributos para el modelaje. Lo llevaron a compararse de manera evidentemente desfavorable con modelos profesionales argentinos. Un bullying público descarado, transmitido por TV abierta, que resultaría inaceptable y hasta escandaloso en la actualidad.
Mega está pasando colado. Todo el revuelo por lo de Felipe Avello ha hecho que pase inadvertida la responsabilidad de Mega, canal donde se emitió “Cara y Sello”, o al menos de la productora del programa. La misma María Elena Dressel, conductora del programa en ese entonces, reconoció en el documental lo tóxico del tema.
Avello entra en escena. Un poco antes de la mitad del documental, Luis Pinto contó que Felipe Avello, en contra de su voluntad, mostró imágenes suyas desnudo y con sus partes íntimas a la vista durante un show de Stand Up en el teatro Alcalá. Ese detalle, que abarca un porcentaje minoritario del documental, hizo que ardiera Troya en torno al comediante hasta ahora considerado “infunable”.
El Pececillo cayó en las redes de la cancelación. El karma negativo acumulado en años se fue en patota contra Avello. La audiencia se dividió entre los que lo funaron violentamente y los que lo defendieron a capa y espada. A poco andar, el propio Avello reconoció en un mensaje a través de sus Redes Sociales que se había pasado de pueblos y pidió disculpas. Sin embargo, ello no frenó completamente la tormenta, pues posteriormente salió otro personaje freak de la farándula, la actriz Marcela Pedrini (aka Carla Guatero) acusándolo de denigrarla hablando de supuestos encuentros sexuales. No me sorprendería que la banda de frikis que fueron usados en sus rutinas en esa época saliera en masa a saldar cuentas.
¿Sabían en lo que se estaban metiendo? Más de alguien podría alegar que la sed de fama de Pinto, Pedrini y otros lo hizo entrar en esta selva cruel que es el mundo de la TV y la farándula. Nadie los obligó. Fueron víctimas de una encerrona por una banda de buitres, pero entraron ahí voluntariamente. Daría para una amplia discusión ética. ¿Se puede culpar a las aspirantes a figuras de espectáculos que entraron a Televisa, Hollywood y otros lugares donde tuvieron que soportar abusos para poder avanzar en sus carreras? ¿Realmente sabían en lo que se estaban metiendo? Una vez dentro, ¿tenían reales opciones de escapar, o esto era como una secta donde cualquier atisbo de rebelión costaba caro?
No nos hagamos los sorprendidos. Todos conocíamos el tipo de humor zafado y pasado de pueblos que hizo Felipe Avello en sus comienzos, desde la época en que paseaba con un stripper más flaco que el “poeta” de Che Copete llamado Brian Tulio; su desafío a Benedicto XVI en pleno Festival de Viña que le costó una sonora PLR de Canal 13; y las bromas con el tema del suicidio aludiendo a personajes con crisis de salud mental, como Pamela Leiva después de su histórica pelea con Angélica Sepúlveda; y con Ruddy Rey en “Vigilantes” poco después de su desastrosa presentación en el Festival de Viña. Un humor definitivamente no apto para mentes rígidas, sensibles y conservadoras, que algunos consideraron el “epítome de la genialidad”. De más está decir que si hiciera este tipo de rutinas en la actualidad, estaría más funado que un programa de televisión de Bill Cosby producido por Harvey Weinstein.
La evolución de Avello. En sus disculpas, Avello señaló que ha trabajado en la última década para desintoxicar su humor, de manera de “hacer reír sin pasar a llevar a nadie”. Por suerte, Avello dejó sus bizarras rutinas del pasado, y fue mutando a un estilo de humor muy particular y distintivo, casi sin libretos, basado en la improvisación, con los cuales triunfó en Olmué 2018 y Viña 2019. El estilo de humor de Avello solamente lo puede hacer Avello. Ahora ¿era necesario pasar por esa etapa de humor tóxico para llegar a ser uno de los grandes nombres de la comedia en Chile?
El eterno debate de los “límites del humor”. Claramente se ha producido un cambio importante en el rayado de cancha valórico, que ya se había notado en polémicas anteriores como las de Pepe Le Pew y “Lo que el viento se llevó”. Las antiguas rutinas de Avello resultan intolerables en el 2024, pero en su momento fueron aceptadas y hasta aplaudidas. Lo mismo se podría decir de Morandé con Compañía, Los Viernes Sin Censura, Radiotanda, los Café Concert de Coco Legrand, etc. En resumen, casi todo el humor que se hizo en el pasado en Chile estar. Ni Firulete ni Juan Verdaguer se salvan. Sin embargo, ¿hay que prohibir este tipo de rutinas? El éxito de “El Purgatorio” al invitar a comediantes antiguos, y el resurgimiento viral de otro prócer del humor bizarro como “Po Pin” demuestran que este tipo de humor tiene todavía un público importante que lo sigue.
Idea para un reportaje o programa. Sería interesante juntar en un auditorio a grupo de millenials y centennials a que vieran y escucharan rutinas antiguas, y recoger sus reacciones in situ. Si se pudiera invitar a los comediantes autores de estas rutinas, tanto mejor. Creo que este ejercicio permitiría constatar que las rutinas que fueron grito y plata en los últimos 50 años causan escozor y rechazo en las nuevas generaciones.
Somos hijos del momento histórico en que nos tocó vivir. En tiempos pasados el bullying era considerado “parte de la vida”; reírse de gordos, gangosos, homosexuales y chicos era moneda corriente; y muchos comediantes que basaban gran parte de sus rutinas en estos recursos se vieron en severos aprietos cuando cambió el rayado de cancha valórico y sus otrora “caballitos de batalla” pasaban a ser recursos inconvenientes. Si alguien hace esas rutinas en la actualidad, se arriesga a comerse una funa; pero no me parece que haya que condenarlo por hacerlas en un momento donde eso era aceptado y hasta aplaudido.
Al bullying se le ataca por diferentes frentes. Cuando empezaron tener personas con problemas de salud mental por las bromas, e incluso niños suicidados por no poder soportar el bullying, nos dimos cuenta de la seriedad del tema. El bullying es una realidad anormal, indeseable y repudiable. Es una realidad compleja, por lo que su tratamiento tiene que serlo también. Las campañas anti-bullying son necesarias, pero no suficientes. Se hace necesario lograr que el bullying sea castigado y condenado socialmente, que no sea celebrado, que el que haga bullying sufra ostracismo social, que pierda contactos, redes, privilegios y hasta trabajos. Que los que pretendan hacerlo se frenen al ver el tremendo costo que tendría. Un buen ejemplo de esto fue lo sucedido con José Miguel Viñuela con su episodio del “corte de pelo más costoso de la historia”.
Necesidad de fortalecer mentalmente a la gente. Como dicen en el budismo, más vale ponerse pantuflas que alfombrar el planeta. Por muy exitosas que sean las campañas anti-bullying, no resulta posible eliminarlo en su totalidad. Por ello, se hace necesario hacer una campaña masiva de fortalecimiento de la autoestima y la inteligencia emocional de las nuevas y viejas generaciones, de tal manera que aprendan a lidiar sanamente con todo tipo de toxicidad emocional. Si la gente fuera emocionalmente más fuerte e inteligente, nos ahorraríamos muchos temas de salud mental. Claro, esa gente sería además más difícil de manipular, y por ahí a muchos no les gustaría eso.