TVN entró en un momento decisivo de su historia. Su actual situación económica está obligando a mirar el elefante en la habitación: el modelo de “canal público que se financia como privado” ya no resiste más
El canal estatal en la pitilla. La lapidaria sentencia del actual directorio en cuanto a que TVN, al menos en su modelo actual, resulta inviable, es solo la constatación de una crisis más anunciada que la eliminación de Colo-Colo de la Copa Libertadores, con cancelación de programas anunciados con bombos y platillos como el retorno de «Masterchef» y las fuertes rebajas de sueldos a rostros como Matías del Río y María Luisa Godoy.
Con letras de liquidación. En este mismo espacio he escrito artículos en 2010, 2012, 2016, 2017, 202
Una competencia desigual. TVN la tiene difícil. De partida, el mercado de la televisión abierta chilena está cada vez más reducido por el auge del streaming, YouTube y las redes sociales, con cuatro competidores fuertes peleándose una torta cada vez más chica y menos sabrosa. Las señales privadas de la competencia (Canal 13, Mega y Chilevisión) pueden recurrir a recursos efectistas y resultones, como la farándula y los realities, que están vetados para TVN por ser incompatibles con “la misión de un canal público”. TVN está yendo a la guerra con hondas mientras sus rivales pueden usar ametralladoras y hasta bazookas.
Momento de decisiones. Tarde o temprano tendrá que eliminarse esta “camisa de fuerza editorial”, este modelo híbrido raro e insostenible, y tomar una definición tajante respecto al futuro de TVN: canal comercial sin complejos, o canal público sin complejos. Si van a optar por lo primero, no hay mucho más que discutir. Como he señalado antes, si TVN va a hacer el mismo tipo de televisión que los canales privados, no tiene sentido que siga perteneciendo al Estado, por lo que lo que corresponde es venderlo a un privado, o bien cerrarlo.
Un canal público como Dios manda. Si se opta por lo segundo, hay que cambiar el modelo de negocio. Sin perjuicio del imperativo de eficiencia y eficacia en la administración de fondos públicos, la TV pública no debiera tener por objetivos ser rentable, generar ganancias ni ganar la guerra por el rating. Está para otras cosas: para informar, entregar cultura y contenidos televisivos que los privados no cubren porque no les interesa o no les conviene económicamente. En este nuevo TVN no habría espacio para programas de entretención como los exitosos “Ahora Caigo”, “The Floor”, “Mi Nombre Es” o el recién postergado “MasterChef” ; sus teleseries, series, películas, recitales y espectáculos varios tendrían que restringirse a aquellos que sean compatibles con su “misión”. Tendría que olvidarse del Festival de Olmué, y con mayor razón del Festival de Viña. En pocas palabras, TVN tendría que ser más o menos como ARTV o UChile TV.
Que lleguen los que saben de televisión. Además de esa definición, tiene que acabarse el cuoteo entre la Concertación y la derecha establecido a inicios de los 90, y que se ha traducido en poner en cargos directivos a operadores políticos, parientes de políticos, ex ministros, candidatos derrotados y otros personajes que lo único que saben de televisión es prender y apagar el control remoto, y que terminan tomando malas decisiones.
Jibarización inevitable. En esta nueva situación, veo difícil poder sostener la carísima y gigantesca infraestructura del canal, en especial en una época donde cualquier influencer con un buen computador (incluso un móvil) y con un equipamiento de costo accesible está en condiciones de generar productos audiovisuales que perfectamente pueden competir en calidad técnica y generar tanta o incluso más repercusión que un programa producido por profesionales en instalaciones caras. Existen ejemplos notables, como “El Villegas”; el holding de las “Amikas”; “La Cosa Nostra”; “Turno”, el canal de streaming recientemente creado por Nicolás Copano; y “La Hora de King Kong”, el programa futbolero conducido por Juan Cristóbal Guarello. A lo mejor les convendría vender la mayor parte de ese equipamiento, quedándose con lo justo y necesario para hacer ciertos programas claves, como lo referente a prensa, y negociar con productoras externas.