A riesgo de estarme anticipando garrafalmente, vaticino: es probable que el 2009 sea recordado como el año en que la televisión abierta en Chile cambió para siempre. Es el año de la cósmica coincidencia entre la crisis económica mundial, con sus consecuencias en el nivel de gastos de nuestros canales, y la toma de conciencia de que ya nada será lo mismo tras la masificación del consumo televisivo por Internet y la llegada de la TV digital.
Mientras la elección de la norma de TV digital para nuestro país se ha aplazado hasta lo insólito, y todo parece indicar que quieren dejarle el cacho al próximo gobierno, los canales se preparan porque saben que es un tema que no pueden dejar pasar. Ellos tienen claro que, según la norma que se elija, podría aumentar exponencialmente la cantidad de canales, y si eso ocurre, se acabó el modelo de negocio actual. La audiencia ya no se repartirá en 4 o 5 canales sino en 15 o 20, lo que implicará un nuevo esquema de competencia. Se requerirá una televisión más barata, ya sea para repartir los costos entre distintas señales de una misma casa televisiva, o para enfrentar a nuevos competidores.
Y, como si eso fuera poco, la irrupción de la televisión vía Internet es un tema. ¿Para qué esclavizarme con los horarios que la TV abierta me impone, si puedo ver mi programa favorito en el computador el día y hora que yo quiera? ¿Para qué gastar plata en material extranjero de nicho, si todos ya lo bajaron por torrent? Es algo que, en los países desarrollados, amenaza con tornar irrelevante el switch televisivo de análogo a digital.
Ni los ostentosos estelares de alto presupuesto de antaño, ni las parrillas programáticas clonadas tienen cabida en este nuevo espacio. Si vamos a tener 15 canales, ¿tiene sentido que todos los noticieros empiecen a las nueve? Principalmente, los franjeados serán más baratos y es una tendencia que ya se nota en todos nuestros matinales y en programas como “Alfombra Roja“. Una televisión radial, que acompaña en vez de exigir atención. Una televisión parecida a YouTube, llena de pequeñas cápsulas con videos del recuerdo y repeticiones de la repetición. Es la única forma de competir con el poder del click.
Por supuesto que habrá programación de alta calidad y presupuesto, pero será la premium: justa y precisa, exclusiva del horario estelar y, tal vez, coproducida por varios actores para alivianar la carga económica y de producción. Los nostálgicos de la era Gonzalo Bertrán tendrán que seguir añorando: ese tipo de televisión no volverá. La nueva tele estará lejos del podio inalcanzable que alguna vez se autootorgó: más barata, más cercana y, por sobre todo, muchísimo más variada.