En 1989 se estrenó una escalofriante película de terror que dejó con insomnio a muchos de quienes vieron la producción, sobre todo si existía una mascota de por medio, cuyo argumento se basó en un libro de Stephen King.
Se trató de “Cementerio de Animales” (Pet Sematary), que contaba la historia del doctor Louis Creed, quien, junto a su mujer y sus dos hijos pequeños, se traslada a vivir desde Boston hasta una zona de Maine. Paseando por los alrededores de su nuevo hogar, descubre un cementerio escondido en medio de un frondoso bosque, lugar que posteriormente se transformará en la salvación y perdición de la familia cuando, en medio de una tragedia que los azota, piden ayuda a su vecino, Jud Crandall. Una historia personal de este último y la desesperación del facultativo, dan pie para que se configure una serie de sucesos que finalmente tendrán nefastas consecuencias.
Posteriormente, la producción tuvo una secuela que se lanzó en 1992 y en 2019 se exhibió una segunda adaptación a través de Paramount+.
Justamente y por la misma plataforma, este 6 de octubre se estrenará “Pet Sematary: Bloodlines”, la precuela de la original “Cementerio de Animales”, película anunciada hace algunos años y que recientemente dio a conocer sus primeras imágenes.
Protagonizada por Jackson White, Forrest Goodluck, Jack Mulhern, Henry Thomas, Isabella Star LaBlanc, además de la participación de David Duchovny y Pam Grier, el filme marca el debut de Lindsey Anderson Beer como directora.
Experiencia personal
Basado en un capítulo no contado del escrito, la historia se centra en Jud Crandall, el vecino de la versión original, quien en 1969 sueña con dejar atrás su ciudad natal, Ludlow Maine, hasta que descubre secretos siniestros, debiendo enfrentarse a una oscura historia familiar que lo mantendrá siempre atado con su pueblo de origen.
Los primeros avances de la cinta muestran imágenes de algunos de sus protagonistas y tétricos escenarios.
Cabe señalar que el argumento de la novela, que ha dado pie a las mencionadas producciones, surgió de una experiencia personal de Stephen King, cuando arrendó una casa junto a una carretera que tenía tanto tráfico, que los niños del lugar construyeron un cementerio de animales para sus mascotas atropelladas.
Pero esa situación, que el escritor observaba por su ventana y ya vislumbraba como una idea literaria, cobró más sentido cuando Smucky, el gato de su hija, perdió la vida en dichas circunstancias. Aunque la leyenda relata que la decisión de escribir el libro, se forjó cuando Owen, el menor de los hijos de King, casi fue atropellado por un auto que circulaba a gran velocidad por la mencionada autopista.