El revuelo causado por la rutina de Belén Mora que indignó a los colombianos residentes está evidenciando que el humor con “malicia” tan típico chileno ya no tiene la impunidad de antes.
El café ya se derramó. Y viene cargado, amargo y con harta “malicia”. Ni las sentidas disculpas via Youtube de la actriz Belén Mora ni la declaración pública del canal Mega lograron detener el tsunami de críticas, que llegó incluso a nivel diplomático. La indignación de la comunidad colombiana ante la desafortunada rutina de Mora, basada en los prejuicios que relacionan a Colombia con tráfico de drogas y prostitución, se está transformando en un tremendo mal rato para Mega y para el “patrón del fundo” Kike Morandé.
No es primera vez que “Morandé con Compañía” se gana una polémica por rutinas discriminadoras. El año 2012 un sector importante de la comunidad evangélica protestó airadamente contra las rutinas de “Las Iluminadas”, las que consideraron una burla a su forma de vida. Esa polémica se cerró con una entrevista de Morandé con las actrices Mariú Martínez y María José Quiroz, donde se entregó un mensaje muy similar al de Belén Mora en su video: que fue una parodia cuya intención era hacer reír y no ofender, lo que estas alturas parece como una disculpa pobre, pues, más allá de las intenciones, el hecho es que aquí se terminó ofendiendo a una nación completa.
El potente efecto de internet y las redes sociales se evidenció en este episodio. La comunidad colombiana reaccionó de manera tan inmediata como lapidaria. Facebook, Twitter y el sitio Web de Mega se llenaron de mensajes de repudio. Además, la situación trascendió rápidamente en el país cafetero y Belén Mora, hasta ahora conocida solamente en Chile, se convirtió en menos de una semana en enemiga pública en Colombia.
Más de alguno hablará de la piel sensible de los colombianos, arguyendo que en ese mismo sketch Belén hizo parodias similares de la mujer brasileña (representada con traste grande) y de la argentina (operada), sin que se hayan producido reclamos similares desde esos países. Sin embargo, existe una gran diferencia entre reírse de un trasero sobredimensionado o de las cirugías, y asociar a “la mujer colombiana” con prostitución y tráfico de drogas. El tema del narcotráfico es una pesadilla de la cual están recién despertando en ese país, y que ha sido expuesto en novelas como “El Patrón del Mal” que quizás han contribuido a mantener el prejuicio. Por otra parte, aunque sea cierto lo de las prostitutas colombianas en Antofagasta, las generalizaciones resultan siempre injustas. En Chile hay cientos de colombianos decentes, profesionales y trabajadores que no merecen ser metidos en el mismo saco, que fue exactamente lo que, con o sin intención, hizo Belén Mora.
La señal de este episodio es clara: ya no se puede hacer humor contra nacionalidades, grupos religiosos, inmigrantes, comunidad LGTB y otros con la impunidad de antaño. Ahora están agrupados, saben usar las redes sociales, están empoderados y reclaman cuando algo no les parece. Tienen la legislación a su favor (Ley Zamudio) y te pueden complicar la vida hasta límites insospechados. Esto supone un gran desafío para Morandé con Compañía, y en general para el conjunto de los comediantes nacionales.
Llegó la hora de admitir que gran parte del repertorio histórico del humorismo chileno viene con la “malicia” del “bullying”, la discriminación, la explotación de los prejuicios, la intolerancia a lo diferente y la burla a los defectos ajenos. Hasta hace poco era moneda corriente reírse de manera hiriente de mujeres, homosexuales, gangosos, gallegos, cojos, borrachitos, gordos, etc. Hasta hace no mucho tiempo, un personaje como Tony Esbelt estaba dentro de lo aceptable, pero ahora es considerado poco menos que cavernario. Es un tema casi de idiosincrasia nacional, que no se elimina de un día para otro. Recién ahora, con la masificación progresiva de la comedia stand-up, estamos empezando a tener acceso a un humor más inteligente, de crítica social y con un poco más “valor agregado” intelectual. Salvo que se sepa presentar con talento y gracia, como lo hacen Murdock y Edo Caroe, el “humor-bullying” está teniendo cada vez menos espacio, y los humoristas y comediantes se están viendo obligados a trabajar en nuevos y mejores libretos y elevar el nivel de sus rutinas.
Hacer reír al público se está volviendo algo complejo. De partida, ya no es “EL” público, sino que hay “MUCHOS” públicos, con diferentes intereses y percepciones, y lo que causa gracia a una parte, puede resultar fome o incluso ofensivo para otra. Ahora, una opción legítima es elegir a una cierta porción o segmento del público y hacer rutinas para el gusto de ella, como hacen por ejemplo los de la comedia stand-up. El problema de “Morandé con Compañía” es que, siendo un programa de vocación y repercusión masiva, se inclina por satisfacer al segmento más popular, que aún celebra el “humor-bullying”. El hecho de que, después de 15 años, el programa de Kike Morandé aún esté al aire y con buena sintonía revela que mucha gente en Chile gusta del humorismo cavernario.
Este es un tema que va para largo. Por ahora, Belén Mora y Morandé con Compañía no tienen otra que beberse el café cargado y de mal gusto que ellos mismos prepararon.