Kim Jonghyun, Sulli, Goo Hara y Cha In Ha. Cuatro estrellas del K-Pop que no pudieron aguantar más y se terminaron suicidando. La aparentemente soñada vida de un “idol” del pop coreano requiere un régimen de vida espartano difícil de soportar para chicos adolescentes guapos que, detrás de su cutis impecable y su talento artístico innegable, esconden serias fragilidades mentales y emocionales.
Muchos recién venimos a descubrir que había pop en Corea del Sur con el fenómeno viral de PSY y “Gangnam Style”. Posteriormente nos sorprendimos con un conjunto de boy o girl bands compuestas por muchachos y muchachas de contextura delgada, guapos y de cutis perfecto. Grupos como BTS, EXO, SHINee y otros se transformaron en un fenómeno que llegó a Chile y tiene cientos de fanáticos en nuestro país. Por lo que he podido ver al pasar, se caracterizan por alucinantes puestas en escena, gran talento para el baile y para el canto, y un manejo de imagen impecable.
El youtuber colombiano Alvinsch hizo una notable descripción de los orígenes y características de esta industria. El músico pop coreano Lee Soo-Man, exiliado en los Estados Unidos en los años 80 del Siglo XX, quedó fascinado con la industria del entretenimiento estadounidense, en particular con el sello Motown, que dio origen a una gran saga de músicos afroamericanos en los años 60 y 70 el Siglo XX como The Supremes, The Miracles, The Marvelettes, Jackson 5, Stevie Wonder, Marvin Gaye, The Temptations o The Commodores. Soo-Man tomó la estrategia de Motown, la perfeccionó y sistematizó hasta el infinito y creó una verdadera factoría de música pop llamada “SM Entertainment”, en la cual toma los aspirantes de estrellas casi desde niños y se los hace pasar por años de rigurosa formación, donde no solamente se les enseña a cantar y bailar, sino que además se les dirige en todos los aspectos de su vida, incluyendo los más privados como lo sentimental. Una verdadera cadena de montaje de música pop, el capitalismo artístico llevado a su máxima expresión. Y ese régimen, sumado al carácter marcadamente exitista y competitivo de la sociedad surcoreana, está quebrantando a chicos mental y emocionalmente frágiles. En suma, una moledora de carne de tomo y lomo.
¿Qué clase de propuesta artística interesante puede salir de lo que aparenta ser una verdadera “fábrica de salchichas” musical? El caso de BTS es interesante. Diversos análisis de youtubers como Alvinsch, Danna Alquati (parte 1, parte 2) y Smdani han revelado que esta boy band está fuertemente inspirada en la novela “Demian” de Herman Hesse, y su música y videoclips están llenos de referencias, simbolismos y conceptos interesantes y hasta trascendentales. Fuera de este caso y la sátira la clase alta surcoreana en “Gangnam Style” (que, aunque suene sacrílego, sería el símil de “Las Casitas del Barrio Alto” de Víctor Jara), no se aprecia mucho más.
La ola de suicidios de los “idols” surcoeranos lleva a cuestionarse muchas cosas. ¿Hasta qué punto resulta admisible un estilo musical que se ha construido a partir de una industria sectaria y esclavizante, en donde se somete a tratos duros e inhumanos inaceptables para cualquier persona, y más aún para un grupo de niños y adolescentes que no están emocionalmente preparados para ello?
Más de alguien dirá que los suicidios en la música no son monopolio del K-Pop, y podrá citar los recientes de Keith Emerson, Chris Cornell, Chester Bennington, Avicii y Dolores O’Riordan. Sin embargo, estos casos, al menos en un principio, se explican más por problemas personales que por el sometimiento a un régimen de vida espartano como el de los “idols” coreanos. Si bien claramente la industria musical occidental está lejos de ser Disneylandia, no tengo tan claro si alcanza los niveles extremos de Corea del Sur.
El K-Pop me genera sentimientos encontrados. Por calidad y repercusión tendría que tener cabida en eventos como el Festival de Viña. Tiene una potencia mediática indiscutible, hay talento y hasta atisbos de calidad artística. Sin embargo, su origen y formación me merece muchos reparos éticos y morales. ¿Acaso incentivar y promover este estilo de música justifica a la moledora de carne de la cual se origina, y que ya ha cobrado la vida de algunas de sus estrellas?