En octubre del año 2018, Univisión estrenó “Amar a Muerte”, una producción que pasó a la historia, sorprendentemente, no por su triángulo amoroso central, sino que por la trama secundaria juvenil protagonizada por las jóvenes actrices Macarena Achaga y Bárbara López.
En la teleserie, las chicas se conocían en la calle cuando Juliana (Achaga) ve a Valentina (López) peleando con su novio y llorando sola en un parque. Es ahí cuando se acerca a consolarla y, desde ese momento, ambas se hacen inseparables, forjando una amistad muy grande que con el pasar de los capítulos tendría un acercamiento más íntimo, transformándose luego en una historia de amor que no logró ser superada ni siquiera por la apasionada trama romántica protagonizada por Michel Brown («Pasión de Gavilanes») y Angelique Boyer («Teresa»).
La pareja de mujeres comenzó a subir en popularidad rápidamente generando un fandom o shippeo que las coronó varias veces como Trending Tópic mundial bajo el nombre de #Juliantina. El fenómeno comenzó a crecer y con cada capítulo, los fanáticos pedían cada vez más escenas de la pareja, logrando que Juliantina se transformara en una de las palabras más populares del 2019 en el mundo de las telenovelas e incluso de la televisión.
Pero, ¿por qué una historia secundaria de una pareja femenina del mismo sexo fue tan exitosa? La respuesta es simple: hoy en día es posible lo que hace cinco años era impensado. La audiencia no se siente atacada por contenidos que se suponen sensibles como la homosexualidad, al contrario, parece sentirse cómoda e interesada con esta programación. Esto es principalmente porque la sociedad avanza y lo hace a pasos agigantados, logrando que lo que antes creíamos un tabú, hoy sea normal. Y es que la historia es nuestra aliada y así lo han demostrado las nuevas audiencias y las herramientas que hoy proliferan dando su opinión.
Esto no es algo que las Juliantinas empezaron, ellas sólo coronaron un proceso que lleva años intentando instaurarse. Sin ir más lejos, el año 2014, por ejemplo, la televisora Globo de Brasil, estrenó la teleserie “Em Família” de Manoel Carlos, “Maneco”, que tenía una historia secundaria lésbica donde una fotógrafa asumida como homosexual, llamada Marina, se enamoraba de una atractiva mujer que resultaba estar casada y con hijos, llamada Clara. Esta historia protagonizada por Tainá Müller y Giovanna Antonelli («El Clon»), también fue un éxito en las redes bajo el nombre de Clarina. Y así existen miles de historias «secundarias» que gozan de éxito y que han coronado a sus producciones en el mundo de las nuevas audiencias.
Y si es así, ¿por qué aún no vemos una teleserie en donde la historia de amor principal sea de personas del mismo sexo? ¿Será que el miedo de que la audiencia se espante sigue siendo una realidad? Y es que aunque se han hecho esfuerzos, esto no es suficiente, sólo basta con comparar las escenas de las historias principales con las secundarias mencionadas y será posible darnos cuenta de la diferencia que existe al momento de abordarlas. Un ejemplo es lo que sucedió con la teleserie “Like: La Leyenda”, de Pedro Damián, en Televisa donde la televisora censuró el beso de dos chicas de la historia explicando que el horario de emisión es de protección al menor, pero que la escena completa sería transmitida en formato digital. Luego, con “Amar a Muerte”, se hizo lo mismo donde varias escenas de Juliana y Valentina se emitían censuradas para luego lanzarlas completas en redes sociales.
El problema es que el miedo, como nuestras abuelitas siempre nos explicaron, paraliza, y esto es lo que menos queremos para un medio tan popular e importante como es la industria de la televisión. La sociedad, especialmente la chilena, hace bastante tiempo, tres meses para ser exactos, han demostrado estar abiertos a que las minorías sean escuchadas y los derechos de todos sean respetados sin excusa, entonces ¿por qué no abrirnos a la posibilidad de mostrar como normal algo tan cotidiano como el amor entre dos personas del mismo sexo?
Recordemos que la ficción, desde siempre, ayuda a que lo supuestamente extraño e inusual se transforme en algo normal y cotidiano. Es una forma de construir y reflejar una realidad en una historia que por años ha sido esquiva y dejada escondida a la espera de un buen momento para ser contada, momento que hoy no podría ser más perfecto. Atrevámonos como contadores de historias a innovar. Ya está claro que la pobre señora Juanita -que tanto nos gusta usar- no sufrirá un infarto ni se espantará por ver a dos mujeres u hombres haciendo de la libertad una costumbre.