El ataque de Hernán Calderón Argandoña a su padre se ha transformado en el verdadero docu-reality de la protagonista de “La Quintrala”. A diferencia del producto audiovisual maqueteado que emitieron hace algunos años en TVN, éste tiene acción y drama de verdad, y trasciende por mucho el mundo de la farándula. Este caso nos habla de desigualdad, un sistema judicial desprolijo y una familia disfuncional pudiente.
Creo no exagerar al señalar que este caso se va a convertir en objeto de estudio en las aulas de derecho a corto o mediano plazo. El “invento” de la jueza de dejarlo en prisión preventiva en la misma clínica psiquiátrica (o “Spa” según Kel Calderón) donde “Nanito” se internó después de casi una semana prófugo, lo que terminó generando un verdadero problema jurídico y práctico. Un acusado de parricidio frustrado, con notorias evidencias de inestabilidad mental y emocional, con porte de armas y entrenamiento en su uso, prófugo por casi una semana y con riesgo evidente de suicidio o fuga, fue mandado a cumplir prisión preventiva en un centro claramente no preparado para ello, y al que solamente le falta tener al lado una playa con arena blanca y aguas color turquesa para ser un resort en el Caribe. Dan ganas de hacerse pasar por psicópata para ir a atenderse ahí. Dado esto, lo mínimo era que lo tuvieran esposado, engrillado y vigilado 24/7.
Este caso genera la sensación de “justicia para ricos” y “justicia para pobres”. Resulta revelador respecto de cómo funciona la justicia en Chile y de la forma en que se tratan a los acusados en función de su solvencia económica. De ser una familia pobre y poco mediática ante la misma situación, dudo que la mamá o su entorno tengan los recursos para pagar una clínica psiquiátrica cinco estrellas para internar a su hijo; dudo que la jueza hubiera tenido el arranque de creatividad con la prisión preventiva en el dichoso centro de salud mental; y dudo más todavía que hubieran entrevistado a la madre en un matinal con tanto respeto. A cualquier hijo de vecino en similares circunstancias lo mandan a Santiago 1 sin vacilar. La mañosa y bluffera estrategia de la defensa de Nanito apuntaba claramente a evitar que pisara un presidio. Insólitamente les funcionó en el Juzgado de Garantías, pero en la Corte de Apelaciones se toparon con una jueza dotada con un mínimo de sentido común que puso las cosas en su sitio. Con ello, el “regalón” de Raquel tendrá que soportar la rotería de ir a una cárcel de verdad, a vérselas con pandilleros y donde se podrá comprobar si es “choro” de verdad o si lo suyo es una pose de adolescente millonario y mimado.
No se necesita ser psicólogo ni psiquiatra para darse cuenta que Nano Calderón es un chico con serios problemas emocionales y hasta espirituales. Su mejor retrato son las cuatro canciones que tiene colgadas en su canal de You Tube, el mejor compendio que podrán encontrar de los clichés más clichés del género musical urbano (reggaetón, trap, bachata tipo Romeo Santos): ritmo sumamente básico (ni hablar de armonía y melodía); autotune a todo lo que da; glorificación desembozada de la «cultura» del pandillero narco; ostentación de bling-bling, groseros fajos de billetes, armas y autos de lujo; letras girando en torno a lo “bacán” de su estilo de vida y las ganas que tiene de cogerse a la conquista de turno; cosificación absoluta de la mujer; y un intérprete con menos expresividad que una estatua y que se creyó el cuento de ser sicario al punto de actuar como tal. ¿Cómo una persona en esas condiciones pudo pasar el examen para obtener autorización de porte y uso de armas de fuego? Creo que este episodio tiene que implicar una revisión muy profunda de la institucionalidad de control de armas de fuego, porque algo tiene que andar muy mal ahí. Está de más decir que tienen que caducarle todos los permisos relacionados con armas, de manera que no tenga acceso ni a una pistola de agua el resto de su vida.
La impulsividad llevó a Nano Calderón a cometer el peor error de su vida. Lo más probables es que se tenga que olvidar de su carrera de abogado. Para poder jurar como tal ante la Corte Suprema, no puede tener acusación o condena por delito con pena aflictiva (tres años y un día hacia arriba). Sin ser experto en derecho, dificulto que un parricidio frustrado con arma de fuego y arma blanca amerite menos que eso, aunque nunca se sabe con las desprolijidades del proceso judicial. Además, dudo que su padre le siga financiando la carrera y los “hobbies”. Por último, en el hipotético caso que pudiera retomar y jurar como abogado, este episodio lo va a perseguir y condicionar de por vida en el ejercicio de la profesión.
Todo esto nos ha permitido verificar que no todas las familias disfuncionales son necesariamente pobres y de clase baja. Los Calderón Argandoña se convirtieron en la muestra más patente que ahogar a los hijos con dinero y lujos no solamente es insuficiente para compensar la ausencia de los padres, sino que además resulta contraproducente. En sus diversas entrevistas, Raquel Argandoña no tuvo más remedio que reconocer que su familia es tóxica y disfuncional, y que todos necesitan tratamiento. Raquel se preguntó por qué nadie le advirtió de esto. Con una mano en el corazón, si alguien hubiera osado en su momento en encararla para decirle de frente que se estaba equivocando como madre y que Nanito iba por muy mal camino, ¿Raquel lo habría escuchado atentamente y con la mente abierta o lo hubiera mandado a buena parte? Ni siquiera mujeres de carácter fuerte, con cuero de chancho y cercanas a su entorno como Patricia Maldonado y la Doctora Cordero se atrevieron a hacer algo así.
Sin duda el karma se ensañó con Raquel Argandoña. Éste es el más doloroso trance de su vida y carrera. Sin embargo, su trayectoria mediática basada en tongos, polémicas y actitudes de víbora hace que cueste empatizar con su pena. Durante toda su carrera mediática ha demostrado, al más puro estilo de “La Quintrala”, que es capaz de lo que sea y de pasar por encima de quien sea con tal de lograr lo que se propone. Se pide no «hacer leña del árbol caído» siendo que ella en muchas ocasiones no sólo hizo leña de éste con otras personas en desgracia, sino que hizo fogatas con la leña y se puso a bailar burlonamente alrededor de las llamas. Cuesta tener “sororidad” con una persona que ha dejado muchas congéneres víctimas y heridas durante su carrera: Paulina Nin, Viviana Nunes, Ana Alvarado, Vivi Kreutzberger, Loredana Perasso (la cantante italiana ex exposa de Oscar “Lolo” Peña), etc. Recuerdo la actitud maletera que tuvo al ir a pasearse a la conferencia de prensa de Jani Dueñas después de su fracaso en el Festival de Viña para hacerle una pregunta sumamente mala leche.
Más allá que debe estar pasando por un momento sumamente desagradable, yo la considero perfectamente capaz de intentar transformar este tóxico episodio en otro de sus ya clásicos tongos mediáticos. De hecho, sospecho la estrategia de la defensa de Nanito tiene mucho del “sello Argandoña”: un abogado tratando de justificar lo injustificable, y Raquel dando entrevistas en medios y haciendo escándalo por el trato que le daban los gendarmes a su “regalón”. Todo fue en vano, y según muchos expertos al final tanta farándula resultó hasta contraproducente, pues lo más indicado era una actitud más discreta y “piola”. Raquel tiene historia en manejar situaciones polémicas, pero aquí está jugando con fuego, ácido sulfúrico y soda cáustica al mismo tiempo. Hay un intento de homicidio de por medio. Si no se maneja y asesora bien esto puede marcar el fin de su carrera mediática o al menos dejarla fuertemente condicionada. No sé si en lo sucesivo podrá volver a ponerse frente a un micrófono o una cámara y rotear y ningunear a medio mundo como lo hacía antes. Y si lo intenta, no va a faltar el que le va a sacar en cara al “hijito sicario”, y ahí va a quedar.
Dice que “conoce a su hijo” y que no quiso matar a su padre, sino que solamente “darle un susto”. Y no entiende como Hernán Calderón padre quiere secar a Nanito en la cárcel. Consideren que Nano atacó a su padre con arma blanca y de fuego, gritándole en su cara y a garabato limpio que lo iba a matar. Calderón padre estuvo literalmente “a centímetros” de ser asesinado, por lo que dudo que en su fuero íntimo crea que «no quiso hacerlo». En el 99% de los casos la intención sería obvia y no estaría en discusión. No creo que el instinto de madre (¿o negación?) sirva como prueba judicial. Además, niega que tenga problemas con armas (“es deportista”) y que participe en carreras ilegales (“es un grupo de amigos aficionados a los autos”), siendo que tiene una denuncia al respecto. Aquí resulta inevitable pensar en Nicole “Luli” Moreno, una de las grandes reivindicadas en esta pasada, que hizo lo correcto al entregar a su hijo a la justicia y tragarse la vergüenza y el dolor de madre de que lo mandaran al SENAME.
La víctima Hernán Calderón padre es tema aparte. Además de su responsabilidad en la crianza de “Nano”, pesa sobre él la acusación de supuesto acoso sexual a la novia de su hijo, lo que habría motivado su airada reacción. El conflicto existencial que está viviendo es brutal: un hijo es un hijo, aunque sea el peor de los criminales, y para cualquier progenitor resulta demoledor ver a su retoño preso, pues es señal inequívoca de su fracaso como tal. Pero por otra parte, estuvo a punto de morir, le destruyeron el departamento, posiblemente quede con secuelas y más encima le cargaron una denuncia por acoso sexual que, de ser cierta, lo destruiría social y profesionalmente.
Para bien o para mal, Kel Calderón parece ser la persona más centrada de esa familia. Me parece una mujer intelectualmente brillante (no cualquiera se titula de Derecho en la U de Chile de forma impecable y dejando tiempo para la farándula), que además heredó algunas de las mañas de la mamá. Hasta ahora ha tomado claro partido por su padre, ha apoyado los argumentos de la parte demandante, ha “cancelado” a su madre en redes sociales y se ha lanzado en picada contra su hermano, tratándolo de “delincuente” y “parricida”. Su rol en esto va a ser fundamental, y tal parece que no estaría de más que pidiera protección policial y asesoría psicológica.
Esto es un verdadero thriller, una serie de Netflix protagonizada por Andrés Parra (el actor colombiano que encarnó a Pablo Escobar y de Sergio Jadue) y con Luis Gnecco (amenazado y acosado por Nanito hace algunos meses) en algún rol de reparto. El caso de Nano Calderón va a ser seguido con lupa por la opinión pública, y el desempeño del sistema judicial va a estar en la palestra, en especial en esta época de audiencias judiciales seguidas masivamente vía streaming. Cualquier intento de darle algún beneficio excepcional va a ser visto como un «abuso de privilegios» y eso podría causar ruido en un momento particularmente delicado de la sociedad chilena. Casos como el de Martín Larraín, librado de la cárcel en dudosas circunstancias por el atropello de un transeúnte, causaron escozor en la población y terminaron alimentando el Estallido Social. Los chilenos nos aburrimos de los abusos y privilegios injustos. Si una pendejada como el corte de pelo de José Miguel Viñuela al camarógrafo terminó desatando tormentas y tiene la carrera del animador en la estacada, imagínense lo que sería que el caso Nano Calderón terminara con una condena ridícula o con el chico inexplicablemente en libertad.