¿Es posible ver el primer capítulo de “El Laberinto de Alicia” sin querer ver el segundo? Probablemente no, porque el cliffhanger (gancho de suspenso de la última escena) merece ser recordado como uno de los mejores de los últimos cinco años. ¿Quién demonios maneja el escarabajo verde y saluda desde lejos a la hija de Alicia?
El gran mérito de este primer capítulo es lograr equilibrar, como en los ingredientes de un plato perfecto, las sospechas entre -casi- todos los personajes de la teleserie: desde los padres de la pequeña Valentina (una histérica Amparo Noguera y un Bastián Bodenhofer inquietante y soberbio en la escena donde lleva a su hija la clínica y la revisa), hasta la tropa de adolescentes pelmazos, drogadictos y rebeldes sin causa que ya son una institución de las nocturnas de TVN. Hasta ahora, es imposible determinar quién es el pedófilo en cuestión (aunque algunos deberían descartarse por su propia obviedad, como Álvaro Espinoza y un peinado telesérico tan horrible como el de Gabriela Medina en “Playa Salvaje” o el de Patricia López en “¿Dónde está Elisa?”).
Estamos ante una teleserie oscura, sórdida, donde nadie -excepto la heroína MILF atormentada que encarna Sigrid Alegría– parece ser químicamente puro. Un universo donde lo sexual se siente ahogado. Un universo de adultos inmaduros que no pueden o no quieren manejar sus pasiones, y terminan canalizándolas de las peores maneras. Sin duda, mucho más interesantes que los sexópatas lateados de “Los Treinta”, “Los Cuarenta” y todas esas otras.
Pero es justamente ahí, en la búsqueda de intensidad, donde es fácil caer en el exceso. Cuando el trazo de los “guiños” a películas como “El Silencio de los Inocentes” es demasiado grueso, cuando el personaje de Mauricio Pesutic (el mejor actor secundario de todo TVN) es simplemente una parodia a Hannibal Lecter, o cuando el afán de hacer “poesía” se apodera de todo con simbolismos un tanto burdos (la jaula o bautizar como “Shelter School” a un colegio donde un pedófilo anda suelto).
Una vez más, TVN da cátedra en puesta en escena y ritmo, el equipo de guionistas demuestra oficio, y el elenco, por muy repetido que sea, está siempre a la altura. Después de un primer capítulo efectivo pero que no tira toda la carne a la parrilla, uno como telespectador queda con la sensación de que lo mejor está por venir. O que, si de sordidez estamos hablando, todo se puede poner mucho peor.