El sábado 7 de septiembre pasado vimos el exitoso retorno a TVN -con repercusiones en redes sociales- de “El Chavo del Ocho”, la eterna «vieja confiable» de la TV abierta chilena. Éste y los demás programas de Chespirito se han paseado por casi todos los canales desde su llegada a la estación pública en la década de los 70. Es un espacio entrañable, atemporal y transversal, que nunca falla y generalmente entrega buenos ratings en horarios de relleno. Siempre te matas de la risa aunque te sepas de memoria los capítulos.
Lo sucedido con el chico del barril habla muy bien de la obra del legendario Roberto Gómez Bolaños, pero refleja el actual estado de la industria televisiva nacional. Deja mucho en qué pensar que se anuncie con tanto bombo un programa que se hizo hace casi cincuenta años, donde la mitad del elenco está muerto y la otra mitad está girando a cuenta de las glorias pasadas. Pensándolo bien, no es raro considerando el éxito en rating que tuvieron los refritos del «Jappening con Ja» y «Sábados Gigantes», y la reedición de «La Pequeña Casa en la Pradera». ¿Qué pasaría si Canal 13 decidiera emitir el contenido de su canal de cable del recuerdo RECTV por la señal abierta? En una de Ésas la rompen en sintonía. En un momento donde los canales buscan bajar gastos a como dé lugar, echando funcionarios y externalizando procesos, la rentabilidad en rating de los programas envasados y los “refritos” es un tema no menor. Si estos envasados o programas muy baratos de producir como «City Tour «y «Lugares que Hablan» logran buena sintonía y crítica, resulta insostenible intentar productos que requieran mucha inversión.
A pesar del éxito de los programas “del recuerdo” y de las telenovelas turcas, que por estructura evocan las teleseries chilenas de los 80, el público adulto mayor no está satisfecho con la oferta televisiva. De acuerdo a un reciente estudio realizado por el CNTV, los mayores de 60 años son el público más fiel a la TV abierta, pero no se siente bien representado por ella. Si bien valoran los noticiarios, las teleseries y los programas familiares como “Pasapalabra”, extrañan la presencia de rostros de su edad. Y de hecho, son muy pocos los rostros importantes de la tercera edad: la actriz Gabriela Hernández que forma parte del panel del matinal de Chilevisión; Pedro Carcuro y Santiago Pavlovic en TVN; Raquel Argandoña en Canal 13; Alfredo Lamadrid en La Red y nada más. Don Francisco está vigente gracias a la Teletón y a un posible estelar en TVN. Cabe preguntarse si rostros insignes como Javier Miranda, Antonio Vodanovic, Enrique Maluenda, José Alfredo Fuentes o César Antonio Santis podrían tener cabida ahora en la TV abierta.
Por otra parte, está el complicado tema de la conquista de las nuevas generaciones, del amplio segmento millenial y centennial, para el cual la TV abierta es más bien una reliquia, que concentra su consumo multimedial en sus aparatos móviles y que dispone de una oferta amplísima con Netflix, el streaming en sus diversas formas y YouTube. Además, estos jóvenes tienen la posibilidad de convertirse ellos mismos en generadores de su propio contenido, por lo que pueden transformarse en potencial competencia. En la actualidad cualquier persona en su propia casa, con un PC -o incluso un móvil- con el software adecuado y con una inversión razonable puede generar productos audiovisuales de calidad perfectamente comparable a un programa realizado por profesionales con equipamiento profesional. Es un público muy difícil de captar, y en un momento dado parecía que la TV abierta lo había dado por perdido. Sin embargo, y quizás por temas de sobrevivencia, la industria se ha tenido que enfocar en ellos, dando acceso a su programación vía streaming o colgándola en YouTube, o generando programación especial para el público joven, como “K-Pop Match”, programa destinado al fenómeno de esta música coreana transmitido a través de las plataformas digitales de Canal 13.
Por cierto que el asunto no es tan rígido. Hay que analizar bien que significa hacer una “televisión para la tercera edad”. El caso de “Cada Día Mejor” es digno de interés. El programa de los domingos en la mañana en La Red es el único de la TV chilena particularmente enfocado a dicho segmento. Si los viejos realmente “la llevaran” el programa de Alfredo Lamadrid tendría que ser un fenómeno de sintonía y habrían otros similares en los demás canales, pero eso está lejos de ser realidad. Es más bien de nicho, modesto, de muy bajo perfil.; programas como el “Chavo” son valorados también en el mundo joven; y hay casos de personajes de la tercera edad que han sido capaces de hacerse un lugar en las nuevas plataformas, como Fernando Villegas y Raquel Argandoña en YouTube. Además, no es que todos los abuelos vean TV “a la antigua”. Según el mismo estudio del CNTV, los segmentos más jóvenes y de mayor poder adquisitivo de la tercera edad hacen gran parte de su consumo de productos audiovisuales a través de equipos móviles.
¿A cuál público debe enfocarse la TV abierta: al público adulto, fiel y leal pero con fecha de vencimiento, o a los esquivos televidentes del futuro? Creo que a ambos, lo que resulta perfectamente posible, y de hecho lo están intentando. Mantener contento al público adulto mayor a través de la señal abierta tradicional, lo que implica entregar contenidos más acordes a sus necesidades; y simultáneamente apostar por el público joven en el entorno digital. Los canales tienen que atender al público mayor que los sustenta en la actualidad, pero a la vez tienen que poner atención al público del futuro. Gran parte de su sobrevivencia depende de lo bien que se manejen en este juego a dos bandas.