Segunda jornada festivalera en la Quinta Vergara y el Monstruo tuvo a su primera víctima, pero también vibró con la excelente presentación del tenor italiano Andrea Bocelli.
Pésimamente programado. Definitivamente Andrea Bocelli, Javiera Contador y Miranda no pegaban ni juntaban de ninguna manera. La Contador no era la comediante adecuada para ir después de Bocelli. De hecho, quizás ni siquiera era buena idea programar comedia después de una demostración de altísimo nivel que dejó al público y a los televidentes sintonizando en vibraciones muy altas. Tendrían que haber pensado en un número como los argentinos Les Luthiers, aunque vienen en retirada luego de los fallecimientos de dos integrantes emblemáticos, Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich, y lo que queda es más bien una “banda tributo” con los históricos sobrevivientes. Aquí cabía, o derechamente no llevar comediante, o cambiar el orden de manera de no exponer al profesional ni al otro número musical de la manera en que se hizo con Javiera.
Un acierto absoluto la contratación de Bocelli, pero a la vez un error absoluto no haber contemplado una Gaviota de Platino más que merecida ni haber reordenado las piezas de otra manera. Dado esto, los que pagaron los platos rotos fueron Miranda y, más allá de su desastrosa rutina, Javiera Contador.
Conductores. Ambos de riguroso negro. Cumplieron sobriamente con su rol de maestros de ceremonias durante el show de Andrea Bocelli. La tuvieron difícil para calmar al Monstruo antes del show de Javiera Contador y no lograron domesticarlo. No los culpo. Hasta a Vodanovic se le habría ido esto en collera.
Andrea Bocelli. Un momentazo de aquellos. El primer recital de canto lírico propiamente tal en la historia de este festival. Aunque ya habíamos tenido exponentes del bel canto frente al Monstruo, siempre fueron como parte de una obertura o con una presentación muy puntual y acotada. Esto fue como estar en los conciertos de Año Nuevo de Viena o en los de verano que se hacían en enero en la misma Quinta Vergara antes del estallido social.
140 músicos de primer nivel sobre el escenario, uno de los mejores cantantes líricos de la actualidad luciendo su prodigiosa voz, las notables voces de las sopranos Larisa Martínez y Pía Toscano, más la presencia de su talentoso y pintoso hijo Matteo Bocelli. Las dos gaviotas se daban por descontadas, y le quedaron debiendo la de Platino, la que fue pedida por un monstruo enardecido.
Este show puede ser lo que Johnny Ventura fue a la música bailable y Jorge Alís fue a la comedia stand up: un hito que abrirá las puertas de la Quinta Vergara a la música docta, quizás no a la vertiente más purista, selecta y académica, cuyo hábitat natural es el Teatro Municipal o Las Semanas Musicales de Frutillar, sino que a aquellos exponentes que se esmeran en acercarse y hacer guiños y concesiones a las masas populares, como por ejemplo Il Volo o André Rieu.
Javiera Contador. Mientras veía a Bocelli, lo que se me vino a la mente es “no quisiera estar en el pellejo de Javiera Contador”. Y es que era fácil imaginarse que iba a estar más tiritona que Peso Pluma viendo su Instagram. Y no es para menos. Cualquier comediante, incluso el más pintado, lo estaría. Hasta a Coco Legrand le hubieran temblado las cañuelas. ¿Será tan buena idea hacer comedia stand up luego de ese pedazo de show sublime? En Viña hemos tenido comediantes que han actuado después de recitales de artistas de primer nivel. Algunos salieron del paso de muy buena manera: Gigi Martin después de Rod Stewart, Memo Bunke después de Elton John, Pedro Ruminot después de Lionel Ritchie, Arturo Ruiz-Tagle después de Yusuf Cat Stevens, Ja Ja Calderón después de Olivia Newton-John, y Fabrizio Copano después de Christina Aguilera. Otros simplemente no se la pudieron: Ricardo Meruane después de Sting, y Ruddy Rey después de Ana Gabriel. Javiera Contador quedó claramente en el segundo grupo. Al poco andar se notó que la habían mandado al sacrificio, a un público que pedía con toda justicia Gaviota de Platino para Bocelli, y que estaba lejísimos del que generalmente la sigue.
Javiera logró inicialmente calmar al monstruo, que le dio una oportunidad. Sin embargo, su rutina fue fome y confusa, con menos remate que La Roja, su dicción de hiphopera ansiosa le jugó una mala pasada, y al poco andar se sintieron las pifias y se temió lo peor. Acusó el golpe, no se hizo la Larry, asumió abiertamente la situación y logró mantener el barco a flote a duras penas. Y en el último momento, quizás demasiado tarde, sacó el as salvador bajo la manga: el elenco en pleno de “Casado con Hijos” con el cual logró zafar con dignidad, aunque sin ninguna Gaviota. La simpatía, la honestidad y sus compañeros de serie la ayudaron a salvar los muebles.
La rutina, un desastre nivel Jani Dueñas, para llorar a gritos. No era la comediante adecuada (si es que había alguno) para actuar después de Bocelli y no supo leer al público frente al que iba a actuar.
Miranda! El dúo argentino está en la misma situación de Lucybell: una banda con años de trayectoria, que merece actuar en Viña en un status más estelar, que cuando viene la rompe con todo, pero que los mandan a actuar a la hora del níspero, lo que condiciona claramente la relevancia e impacto de su espectáculo. Nada que decir de su show: sólido, bailable, que prendió ante un monstruo que se quedó a verlos, y que contó como invitada a la gran Francisca Valenzuela. El grupo de ”Don” estaba en su mejor momento, y merecía llegar a Viña en otras condiciones, no como “yapa” de Andrea Bocelli.
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