En medio de uno de los momentos más complicados de su segundo mandato, con una economía que no levanta cabeza y serios cuestionamientos por haber llevado a sus hijos emprendedores a la reciente gira a China, Sebastián Piñera se apronta para su segunda cuenta presidencial, la cual está fijada para el sábado 1 de junio.
Para esta ocasión, el mandatario quiso hacer una “innovación”: que la cuenta sea en horario vespertino, pasadas las 21:00 hrs, con el fin de hacerlo coincidir con el “prime time” televisivo, para así tratar de captar mayor audiencia y emular el discurso del “estado de la nación” estadounidense. Aquí el presidente se juega mucho, quizás demasiado. Es la posibilidad de marcar presencia y retomar el control de la agenda para poder capear el cruento temporal que ha enfrentado en las últimas semanas.
Desde un punto de vista logístico esta decisión traerá muchas complicaciones. En los últimos años las cuentas presidenciales, todas en la mañana, a plena luz del día, han estado permanentemente acompañadas de incidentes con Carabineros reprimiendo manifestantes o vándalos destruyendo locales comerciales y mobiliario público. Resulta fácil imaginarse lo problemático de trasladar ese cruento escenario al horario vespertino. Más encima, estamos en un momento de paros y tomas estudiantiles en diversas universidades del Gran Valparaíso, cuyas federaciones claramente van a aprovechar esta instancia para manifestarse. Además, este “gustito mediático” presidencial generará perturbaciones importantes en la cotidianidad del “Puerto Principal”, pues le hará perder su jornada más fuerte de la semana a la tradicional feria de la Avenida Argentina y al Mercado Cardonal, ambos aledañas al edificio del Congreso, y un fin de semana de carrete y negocio a toda la bohemia porteña.
¿Valdrá la pena tanto quilombo para que Piñera se dé el gusto de imitar a Trump? ¿El cambio de horario logrará que el público televidente se interese en la cuenta presidencial? El sábado en la noche no es un horario muy potente en rating. Los programas de mayor sintonía apenas llegan a los 12 puntos, mientras que durante la semana suelen bordear los 25 puntos. El prime sabatino está reservado para programas como “Lugares Que Hablan”, “Maravillas del Mundo” o “La Divina Comida”, sumamente respetables pero que no son precisamente “máquinas” de generar audiencia. Además, existen opciones mucho más atractivas que escuchar al presidente hablando generalidades y haciendo anuncios grandilocuentes durante casi dos horas. Muchos se irán a la TV pagada, a Netflix, a You Tube, o simplemente irá a carretear. A pesar de ser emitido por cadena nacional por toda la TV abierta, los ratings de la cuenta presidenciales han sido más bien miserables y han ido en declive en los últimos años: 4.7 puntos el 2016, 4.4 puntos el 2017 y 3.6 puntos el año pasado. Sumemos a todo esto el hecho de que, salvo en épocas electorales, la contingencia política no marca mucho en TV abierta.
Además, el acto mismo resulta televisivamente poco atractivo: un señor de terno y corbata discurseando (o más bien “vendiendo la pomada”) arriba de un podio durante dos horas, y casi sin más apoyo que el traductor para sordomudos. Digamos que Piñera no es precisamente un orador brillante como Fidel Castro, Julito Martínez o Don Francisco. Siempre está latente la posibilidad de que nos regale alguna de sus “Piñericosas” o que le venga un ataque de “tics” de esos que ha sabido aprovechar tan bien Stefan Kramer. Tal como han sugerido algunos especialistas, si el Presidente quiere sacarle partido a la cuenta presidencial va a tener que acortar sus discursos (2 horas es “too much”) y apoyarse mucho en recursos multimediales. Además, preparar muy bien su discurso y evitar en lo posible los “errores no forzados”.
La historia de las cuentas presidenciales en TV ha sido hasta ahora la siguiente: amplia cobertura de los canales grandes, con equipos dentro y fuera del Congreso Nacional; y análisis después del discurso, donde entrevistan a personeros de oposición encontrando todo malo y a huestes oficialismo aplaudiéndole hasta los suspiros al “Gran Jefe”, mientras en paralelo se muestran imágenes de los incidentes en Avenida Pedro Montt. Salvo que ahora van a ser todo de noche, no veo que vaya a cambiar mucho la cosa. Lo único que sé es que los que vivimos en el plan de Valparaíso vamos que tener que estar refugiados en nuestras casas y departamentos ese día como si fueran bunkers, pegados a la TV para seguir (o evadir) el hecho.