En una gran estrategia que supera a lo más álgido de la noventera «guerra de las teleseries«, Canal 13 se adelantó a la competencia y a su propio aparato de marketing, y estrenó su teleserie «Cuenta Conmigo» prácticamente sin aviso, anoche a las 22:30 hrs., usando a su favor la no-trascendencia del día de estreno en teleseries de los últimos años.
Después de someternos un mes al odioso y pastoral «canta, ríe, cuenta conmigo» y a las exageradamente dulzonas promos, una mezcla entre «Campaña por la vida buena» y comercial de aceite a la que daban ganas de hacerle bullying, Canal 13 nos presentó una teleserie coherente en su moral «buena ondi», con un nivel medio de agilidad, puntos de quiebre muy suavizados y una puesta en escena amigable, sin estridencias ni pirotecnias de edición, pero a la vez moderna, audaz y comprometida con su historia.
Lo mejor de todo es la humanidad de los conflictos y el carisma del trío protagónico. A uno le dan ganas de tener una familia post-hippie vendida al sistema como la de Bastián Bodenhöfer, aunque María Izquierdo, de tan relajada, no logra ser ni enamorable ni edipizable: probablemente es el único personaje en la historia de las teleseries que se entera de un cáncer y está prácticamente feliz. El componente etéreo que hace que una universitaria engrupida enloquezca a media población masculina, es incomprensible en una mujer de cincuenta con siete hijos a su cargo. Quiero seguir viendo la teleserie para comprobar si realmente quiero que se muera luego y la buena de Anita (Carolina Arregui) logre eso que no quiere lograr pero igual sí. Si la gracia de una teleserie es provocar abanderización, simpatías y antipatías con su conflicto central, el estreno de «Cuenta conmigo» lo logró plenamente.
También destaca un extraño sentido del humor basado en situaciones (por ejemplo, la aparición de Anita interrumpiendo el encuentro entre Camilo, su hijo perdido y su mujer). El mismo personaje de María Izquierdo a ratos resulta jocoso, y uno no sabe si reírse o sentirse culpable por reírse. Un absurdo-negro muy de barniz que me parece notable y contribuye a llenar el vacío de la falta de «chan» en ciertas escenas.
¿Lo peor? Juno. A ver. No quiero ser el ironiquillo de turno, pero, ¿esta gente cree que son los únicos que ven películas en Chile? ¿Que nadie más tiene cable, va al cine, a Blockbuster o baja torrents? Uno puede inspirarse de otros lados, hacer guiños, incluso hacer homenajes… pero sacar el papel calco de este modo es simplemente una frescura. No creo que sea mucho mirar bajo el agua de mi parte. Yo no sé de quién habrá sido la idea, pero hasta buscaron una actriz parecida a Ellen Page. ¡Y la peinaron igual! Y toda la dulzura posera de adolescente indie ruda pero clever de Juno, acá resultó traducido en pataletas de pendeja malcriada dignas de «La Feña» (¿para seguir presentando a la embarazada adolescente como «mal ejemplo»?) El insoportable personaje de la joven Ingrid Parra, «creado» con la clara y loable intención de generar debate, pierde todo el valor de presentación de su conflicto al interior de un canal que ha rigidizado su línea editorial, por culpa de una copia a carbón que debería quedar en los anales de lo más chanta y barsa de la televisión chilena.
Y qué lata, porque el resto de la teleserie está bueno. La montonera de hijos sugieren subtramas atractivas para distintos públicos, mientras que el personaje de italiano seductor de Pablo Cerda (el nuevo Fernando Kliche) y la aún no estrenada María José Bello (la brasileña cachonda) deberán tener un gran trabajo creativo para no caer en el latigudo cliché al que parecen estar condenados.
Sólo se echa de menos un poco de drama, algo de esos finales de capítulo impactantes que «Machos» refundó bebiendo de la inagotable fuente del melodrama ochentero. Ojalá en los próximos capítulos haya algo de eso y el esfuerzo por el «drama feliz» no roce la ñoñez y termine haciendo que todo dé un poco lo mismo. Porque, ante eso, la comedia desatada y satírica de Los Pells podría marcar la diferencia.