Estoy seguro de que los truenos que se sintieron en Santiago fueron los fuegos de artificiales de los dioses de la música que celebraron la última jornada del festival, por masacre la mejor de este año. Aquí va el análisis.
Animadores: Ambos vestidos de gala, a la altura de la calidad del artista que abría la jornada. Nuevamente se les olvidó el beso, pero a nadie le importó. Se lucieron hablando en inglés al interactuar con Cat Stevens. Se aprendió la lección del bochorno con Elton John el 2013. Carola de Moras demostró respeto al taparse el escote por respeto a la religión del gran Yusuf.
Rating: Por una vez en la vida, el rating hizo justicia con la calidad. Cat Stevens le ganó a los resúmenes de Morandé con Compañía. Y Arturo Ruiz-Tagle elevó el rating.
Yusuf Cat Stevens: Empezó pisando fuerte con tres clasicazos: “Wild World”, “Where Do The Children Play?” y “The First Cut is the Deepest”. Su puesta en escena no pudo ser más sobria. Los grandes no necesitan ni escenografías grandilocuentes, ni recursos baratos como la cama de dos plazas de Romeo Santos, ni llenarse de oropel. Con su música les basta. Cat Stevens, vestido con sencillez, conservando casi intacta su característica voz y acompañado por una sobria y virtuosa banda, dictó cátedra en Viña. Una vez más el artista anglo es el que le sube el pelo al evento. A lo mejor no dará tanto rating como los humoristas, ni agotará tickets a las pocas horas como Romeo Santos y Arjona, pero le da al festival algo que necesita mucho más que esas cosas: CATEGORÍA. Las canciones nuevas, aunque desconocidas, no desentonaron al lado de los clásicos entrañables. Con esto, Yusuf entra a disputarle a Elton John el 2013 el ser el artista más importante que ha actuado en la historia del Festival. Hasta se dio el lujo de hacer un cover de The Beatles, “All you Need Is Love” y otro de Procol Harum, “The Devil Came from Kansas”. Yusuf dejó la Quinta Vergara convertida en una gigantesca fogata playera, con un público escuchando con un silencio inédito en la Quinta Vergara, y con algunos llorando de emoción, lo cual llegó a su clímax en canciones entrañables como “Moon Shadow” y “Father and Son”. Recibió las dos gaviotas al igual que a los demás, lo que suena a falta de respeto. Se merecía la bandada completa. Y para más remate, sencillo, humilde, cercano y caballero, como los grandes de verdad. Por masacre y fusilamiento, lo mejor del festival. Yusuf es la mejor carta de presentación que puede tener el Islam ante el mundo occidental.
Arturo Ruiz-Tagle: La tuvo muy difícil de entrada. Salir a actuar después de Cat Stevens es un formidable desafío para cualquier artista en el mundo. Tuvo una entrada errática con su personaje “Arturito”, con algunos problemas de modulación de voz, y ya nos imaginábamos al monstruo preparando las papilas gustativas. Pero a punta de personalidad y una actitud rockera logró sobreponerse e imponer una rutina de stand up bastante asertiva, sofisticada y entretenida, la mejor de los humoristas de este año. Ruiz-Tagle hizo una muy buena lectura del efecto del show de Edo Caroe en Olmué, fue mucho más certero en su humor contingente que León Murillo, y en la parte de las religiones alcanzó un alto vuelo intelectual que solamente había logrado antes Coco Legrand en el Festival. Parecía candidato fijo a ser el único artista del show en no llevarse las dos gaviotas, pero al final se las ganó en muy buena lid. Fue lejos el mejor humorista de este año en Viña. Debo reconocer que no le tenía fe, pero me tapó la boca. Con esto, Ruiz-Tagle se tituló de grande.
Nano Stern: Un tremendo cantautor e instrumentista, que recoge y moderniza la herencia musical de Violeta Parra y Víctor Jara, a quienes homenajeó con un tema después de recibir la merecida doble gaviota. Es nuestro Cat Stevens. Una puesta en escena sobria donde lucieron su gran voz y los virtuosos músicos que lo acompañaron. Canciones hermosas, con letras llenas de contenido, además su esperado y creíble discurso anticapitalista. Además de su excelencia artística arriba del escenario, Stern dictó cátedra de humildad artística en su rol de jurado durante esta semana festivalera. Dejó de lado sus prejuicios de artista under y enfrentó un desafío tan grande o mayor que su show: convivir armoniosamente con un mundo artístico distante y a veces contrapuesto a lo suyo sin perder su esencia ni traicionarse, y lo logró: tuvo que ver en primera fila a colegas con los que no comulga artísticamente, pero a los cuales respetó y hasta trató de aprender de ellos. Esa actitud, junto con su performance, lo hace pasar a la galería de los grandes.
Oscar D’León: “¡Se me fue gente, pero lo esperaba!”, exclamó el “Faraón de la Salsa” al inicio de su show, poco antes de las 3 AM. Un descriterio absoluto que un artista de su nivel salga tan tarde. El venezolano logró su cometido. Se transformó en el número bailable de cierre preciso para una jornada dominada por artistas más bien piolas, y es el primer exponente “químicamente puro” de la salsa que triunfa en grande en Viña (Mark Anthony no cuenta, pues lo suyo está más cargado a la balada). D’León estaba consciente de que iba a actuar muy tarde, en un escenario históricamente poco propicio para la salsa, y con un público adulto, y enfocó su show en función de esas condiciones. Con una banda de acompañamiento sólida, una pareja de bailarines simplemente espectacular y un setlist casi sin pausas, D’León se ganó al monstruo y terminó ganándose las dos gaviotas, cerrando la “canasta limpia”: todos los que actuaron en el show se llevaron el par de Gaviotas de Oro y Plata, y todos se la ganaron en una lid. Su actuación, que en un principio aparecía como una concesión graciosa al canal HTV, terminó por justificarse plenamente, y fue el cierre adecuado para la mejor jornada de este Viña 2015, quizás el mejor festival desde que lo organiza Chilevisión.