En doce horas perdimos a dos íconos del periodismo. Dos personajes que, en sus respectivos rubros, se convirtieron en ejemplos de excelencia y modelos a seguir. Aparte de la cuasi coincidencia temporal, las muertes de Raquel Correa y Sergio Livingstone tuvieron en común la dignidad, la sobriedad, el reconocimiento unánime de la sociedad y del pueblo chileno, y el irse con las botas puestas.
Raquel Correa encarnó como nadie la vocación, el ejercicio de su oficio como un verdadero apostolado. Fue, en el mejor sentido del término, una verdadera “talibana” del periodismo. A ella no le gustaban los entrevistadores que trataban de lucirse ante sus entrevistados, y rechazaba abiertamente a aquellos que cobraban por hacer publicidad. Cito un notable twiteo de CHARLY HUNTER (@jchainss515o): “DIFERENCIA entre PERIODISTA y seudo-periodista: A Raquel Correa le fascinaba el periodismo, a Macarena Pizarro LE FASCINA RIPLEY”.
Se mantuvo firme en su estilo, incluso en una época en la que el periodismo incisivo y desprejuiciado que ella ejercía era mirado con sospecha. Tuvo que pagar los costos de ser despedida de TVN a fines de los 70 después de una entrevista donde el dirigente gremial Rafael Cumsille criticara ácidamente a un ministro del gobierno militar, lo que le significó algunos años de ostracismo laboral. No tuvo problemas en renunciar a la Revista Vea cuando cambió su línea editorial a mediados de los 70, ni a “El Mercurio” hace algunos años cuando a algún “creativo” se le ocurrió la “brillante” idea de pedirle que entrevistara a figuras del nivel de Luli o Edmundo Varas. Hace poco estuvo a punto de ir a CNN Chile. En algún momento fantaseé con la idea de un debate presidencial con ella y los hermanos Tomás y Nibaldo Mosciatti, otro par de “talibanes”, haciéndoles las preguntas a los candidatos.
¿Quién podría ser su heredera? En algún momento se mencionó a Constanza Santa María, por su estilo para entrevistar. Sin embargo, la propia Raquel Correa, en la que fue su última entrevista pocas horas antes de su muerte, la descartó por encontrarla “más insolente que incisiva”.
De igual forma, ¿Qué podemos decir del entrañable “Sapito”? Primer ídolo del fútbol profesional chileno; parte integrante de TVN desde su fundación; rostro imprescindible de los grandes eventos deportivos transmitidos por el canal estatal; formó con Pedro Carcuro la dupla más importante y longeva de la historia de la TV chilena; inspirador del “Balón von Bola” de “31 Minutos”, etc. Todo eso se sabía. Con su muerte han salido a la luz otros detalles: que fue alumno del mismísimo San Alberto Hurtado en el colegio San Ignacio; que fue funcionario público en paralelo a sus inicios como futbolista; que fue riguroso con la información y las estadísticas, las que consignaba en sus incontables cuadernos; que tenía contrato vitalicio con TVN y que podía irse cuando quisiera sin dejar de percibir su sueldo, pero que optó por seguir trabajando hasta el final. Resulta admirable, y una aspiración personal de muchos, que una persona llegue a los 92 años de edad con su mente intacta, plenamente vigente y trabajando en radio y TV con una pasión y un amor por su profesión que se echa de menos en mucha gente joven, más aún en el horario más desagradable que uno se pueda imaginar, como es el domingo en la noche.
Sin perjuicio de sus méritos profesionales, Livingstone fue ante todo un personaje entrañable, nuestro “tata” televisivo. Recuerdo que después de enviudar, mi abuelita materna (QEPD) veía al “Sapito” en pantalla y se acordaba de su fallecido esposo. Además, hizo gala de un notable sentido del humor, reflejado en el uso acertado de los garabatos, en las tallas que se echaban con Carcuro, Solabarrieta y Felipe Camiroaga, y en recordados episodios como la vez que apareció disfrazado de Viejito Pascuero o andando en motocicleta.
En un momento en que parece que cualquiera puede triunfar en TV y en que los modelos de éxito están muy lejos de ser modelos de vida, se echan de menos ejemplos como los de Doña Raquel y el “Sapito”. Ambos se fueron de este mundo por la puerta ancha, pues cumplieron a cabalidad. A los que seguimos acá, nos queda la tarea de recoger sus ejemplos y aprovecharlos.