Pablo Illanes es el mejor autor de teleseries vivo de Chile. O, al menos, el que goza de mayor libertad creativa y sabe aprovecharla. Acaba de confirmarse en su puesto tras el estreno de “¿Dónde está Elisa?“, una audaz, original y apasionante teleserie de suspenso que viene a coronar el alza de calidad de las imparables teleseries nocturnas de TVN, acaso la mejor televisión no subsidiada por el CNTV que se ha hecho en la década.
Sin desmerecer el trabajo de los actores y la dirección -poco jugada, pero eficiente-, acá el guión es el que se lleva todos los aplausos. El material escrito por Illanes y sus secuaces Nona Fernández, Hugo Morales y Josefina Fernández no da respiro, aunque peca (aún) de explorar poco en la psicología de los personajes. Hasta ahora parecen estereotipos muy bien armados: sobre todo el esforzado de Rudolphy como un rati rudo (tan rudo que boxea) y resentido social que, claro, se enamorará de Sigrid Alegría que está casada con el viejo con plata, protagonizando así “El Señor de la Querencia 2: 90 años después”.
No importa. La teleserie cautiva y el primer capítulo ya se encargó de regar pistas que prometen hacer hervir la cabeza. Y, por supuesto, un cliffhanger de lujo para el capítulo dos: ¿qué vio el papá de Elisa (Francisco Melo) al ir a dejar la plata para recuperar a su hija? Hay elementos nuevos que enriquecen el molde de teleserie nocturna TVN, como la presencia de adolescentes cuicos “mis papás no me pescan pero tengo 200 lucas en la cuenta vista” y la visión tipo Chilevisión Noticias de “el carrete juvenil” que seguro hará sobrerreaccionar a padres de familia que se sintieron tocados con la frase de Rudolphy: “éstos no tienen idea de lo que hacen sus hijos carreteando”. A propósito de eso, quizás lo único chocante y mal escrito del primer capítulo: los pendejos apareciendo en el living de la casa peleando sólo para que Francisca Imboden los viera, en una escena que me hizo sentir en una mala obra de teatro.
Aquí todos, jóvenes y adultos, son sospechosos y se ve difícil empatizar con su cinismo. Acá los únicos héroes son, hasta ahora, los papás de Elisa y los siempre sagaces y trabajólicos tiras, narrados como la televisión gringa narra al FBI. El resto de los personajes cae mal y eso, en vez de ser un problema, funciona. Los demás personajes adultos representan el clásico arribismo de las teleseries nocturnas pre-Querencia y es posible que moleste, en este escenario de crisis, ver un mundo tan ABC1. Pero es un mundo que, conociendo la obra de Illanes, seguro terminará develando hipocresías y bajezas éticas, en una versión actualizada y sangrienta de la clásica teleserie mexicana. Porque las de Illanes, por mucho componente de thriller que tengan, son y serán teleseries, y esa es su mayor gracia. Hasta me atrevo a decir que, si todo sale bien, esta podría ser una nueva Madrastra, con un país entero preguntándose dónde está Elisa y quién responde por su desaparición.